lunes, 29 de febrero de 2016

¡Ataque al burgués parásito!

Hay que meter preso al Oso

La narrativa de la Guerra Económica plantea simbólicamente que nuestro país, que nuestro Estado, está siendo bombardeado de manera inclemente por fuerzas externas poderosas afectando a nuestra nación porque tienen el control de porciones del teatro de operaciones clave, como lo es el área financiera y de la economía. Tras la partida de Chávez, Venezuela vive un proceso de anomia social que se acrecenta porque no existe líder equiparable que cohesione discursiva y lingüísticamente el rumbo del país. Tenemos ataques desde lo externo y desorientación a lo interno.

El repunte en la popularidad y aceptación del Gobierno Bolivariano cuando se atacó frontalmente a la burguesía parasitaria antes de las elecciones para alcaldes a finales de 2013 no fue casual. Nuestro presidente, Nicolás Maduro, a la vanguardia de ese proceso fungió como líder revolucionario que accionó contra la élite más podrida de nuestra economía. Eso fue muy bien visto y le brindó esperanza al pueblo, la confianza en la revolución se ratificó en las urnas con la avasallante victoria de las elecciones locales.

Pero en todo este escenario siempre hay gente que hace negocio y le saca provecho al caos “en río revuelto ganancia de pescadores” dicen en el llano. La perversidad del sector privado no es reciente, viene desde la Colonia cuando existían los grandes cacaos. Hoy magnates chantajean sin espavientos al gobierno y parece que la autoridad estuviese más del lado de los dueños de los medios de producción que de las instituciones democráticas.

¿Dado el recrudecimiento de la Guerra Económica se ha hecho lo suficiente contra la burguesía parasitaria? El pueblo espera acciones similares a las de finales de 2013, donde quitemos la máscara a un sector privado acostumbrado a la estafa continuada y expoliación del salario de los trabajadores. Los malandros son malandros, vístanse como se vistan, y deben ser sometidos bajo todo el peso de la Ley.

Hoy vemos a corruptos saliendo esposados de los Bicentenario, hecho que seguramente le da más votos a la revolución que mil taxis regalados. Tenemos que atacar a la burguesía parasitaria de igual modo y poner tras rejas a los ladrones de cuello blanco. En la Guerra Económica deben haber “bajas”, es hora que sean del lado del enemigo.

sábado, 20 de febrero de 2016

Empresarios mafiosos

Mendoza, el "Al Capone" venezolano

Uno de los mitos extendidos por toda Venezuela que más influye en la manera como percibimos a los actores que intervienen en la dinámica económica es aquello del “empresario eficiente”. La élite que domina la economía en nuestro país ha invertido gran cantidad de recursos propagandísticos para torcer la realidad y hacernos creer que trabajan de la mejor manera posible para sacar a Venezuela adelante. Esto no es así en la gran mayoría de los casos.

Moisés Naím, escritor e investigador venezolano que seguramente no será tildado como chavista, es autor de un libro publicado en 1989 por el IESA con el título “Las Empresas Venezolanas: Su Gerencia”. En este revelador texto se caracteriza la dinámica gerencial y empresarial de nuestro país llegando a exponer lo siguiente “la eficiencia y productividad de la empresa venezolana no han estado asociadas a la rentabilidad ni al éxito de la empresa. Lo determinante para su éxito han sido las relaciones con funcionarios gubernamentales, banqueros, políticos, sindicalistas, clientes, suplidores y competidores”.

Hoy sufrimos una Guerra Económica que muchos no perciben ni asumen como tal, gracias a las operaciones psicológicas que tallan en el consciente colectivo la idea de que el Gobierno Bolivariano es culpable de todo lo malo y el sector privado, las élites económicas, son víctimas de un sistema regulador perverso y de un modelo fracasado. Se impone la creencia de que el empresariado es eficiente, que quiere el desarrollo del país y ayuda desinteresadamente al pueblo.

La realidad muestra lo contrario porque nuestra dinámica comercial luce características delincuenciales en todos los órdenes, con la mayoritaria participación de un sector privado experto en malas prácticas, estableciendo relaciones económicas injustas (monopolio, oligopolio, monopsonio, etc), robando dólares del Estado a través de estafas, cartelizando precios, desoyendo normativas, explotando a trabajadores, disfrazando balances contables, evadiendo impuestos y contrabandeando.

No existen criterios de optimización de procesos ni reducción de los costos. Nuestro empresariado aún es colonial, pero con computadoras. No confiemos en quienes nos roban, asumamos el momento histórico quitándoles las máscaras y el poder a los empresarios mafiosos.

viernes, 12 de febrero de 2016

Democratizar la ganancia

La ganancia se reparte equitativamente

En plena Guerra Económica parece que el Gobierno Bolivariano no atina a la solución de la crisis generada por la estructura perversa capitalista que domina Venezuela. Seguimos entrampados con ocurrencias lingüísticas como aquello del “rentismo”, abstracción teorizada por el economista Asdrúbal Baptista, en una clara demostración de poseer cualidades suficientes para ser escritor de ficción. Si nuestra economía es rentística, pues la colombiana es narcótica, la estadounidense es bélica y la japonesa es tecnológica.

La Guerra Económica tiene éxito porque enfila sus ataques en las principales debilidades del Gobierno. En un sistema económico globalizado o mundializado, apelamos a soluciones locales para detener o corregir fallas originadas más allá de nuestras fronteras. El capitalismo es cada vez más exitoso en la medida que avanza destruyendo los esfuerzos políticos de nuestra civilización por crear una vida más humana. El capitalismo es atraso y represa la evolución de nuestra especie, pero sigue ganando.

En nuestro incipiente proceso revolucionario, debemos dejar de ser ortodoxos y apelar a la creatividad y el ingenio. Hoy, la especulación abulta los bolsillos de la burguesía y de las élites económicas. Ganancias exhorbitantes se represan en cuentas de pocos mientras muchos se quedan con los bolsillos vacíos para poder subsidiar con el consumo diario la avaricia de quienes dominan la escena económica.

El problema no es la ganancia. El problema es la acumulación enfermiza de esa ganancia en pocas manos. Se genera un desbalance, se impone el egoísmo y se institucionaliza la injusticia. ¿Por qué no crear una legislación que establezca como norma en el ámbito de las grandes empresas y corporaciones, que un porcentaje de ganancia mayor al 10% deberá ser distribuido equitativamente entre la nómina de la compañía? Esto fortalecería y le imprimiría dinamismo a la clase obrera en la defensa de sus intereses.

Se establecería también que los trabajadores tengan acceso permanente a las cuentas de la empresa para conocer el capital que maneja el patrono, el dinero que entra y que sale. En la medida que más gane la empresa y su dueño, deberán aumentar equitativamente los salarios de todos los involucrados en la producción o prestación del servicio. El magnate Lorenzo Mendoza, de seguro se alegra con una idea así que le permitiría dar más amor a su gran familia POLAR a través de la democratización de las ganancias que obtiene su exitosa y “eficiente” empresa ¿no lo creen?

jueves, 11 de febrero de 2016

¿Presidente con “p” de POLAR?

¿Un avaro dirigiendo nuestro país?

La sociedad de consumo venezolana ha sido estremecida por una Guerra Económica que se ha valido de las fallas y debilidades gubernamentales para hacer mella en el apoyo popular que las grandes masas de votantes expresaban mayoritariamente por las fuerzas del chavismo. La especulación, el desabastecimiento y las colas han sido tres plomazos que el proceso de cambios iniciado por el Comandante Chávez lleva en el ala desde hace poco más de tres años.

La derecha política prometió acabar con estos fenómenos luego del 6D apelando a publicidad engañosa que capitalizó la mayoría de los votos. Hoy en febrero de 2016, nadie da respuesta a los problemas antes mencionados y pierde mucha más credibilidad el estamento político que dirige las instancias del poder público. El pueblo más agobiado y desamparado que nunca sigue en la búsqueda de una figura o instancia que resuelva.

Según estudios publicados por Hinterlaces menos del 40% de la población es afín con la tesis de la Guerra Económica. Desde hace más de dos años grandes empresas en el país han lavado sistemáticamente el cerebro de los consumidores venezolanos con publicidad que humaniza al sector y sus marcas, haciéndolos ver como los únicos que en verdad trabajan por el país.


Lorenzo Mendoza el año pasado conversaba sobre avances en acuerdos con el FMI para solicitar financiamiento ante la crisis que vivimos. Desde hace unos días ha tenido una agenda pública que pasa por reunirse en Suiza con el presidente de Argentina, Mauricio Macri, además de asistir a eventos deportivos en nuestro país donde casualmente la totalidad de asistentes lo aplauden a rabiar: juego de pelota y corrida de toros. También hizo una rueda de prensa de tenor político donde brinda sus propuestas para resolver la crisis actual con un plan de acción que tiene el aval de ser concebido por un empresario “exitoso”.

Quizá estemos en presencia de la campaña de mercadotecnia política más ambiciosa que haya diseñado la derecha empresarial. Hoy somos simples consumidores afectados por la dinámica comercial tóxica que envenena la cotidianidad y el dueño del mayor monopolio en Venezuela, cuya marca ha sido grabada en nuestras mentes y corazones con propaganda durante décadas, intenta posicionarse como un mesías usando falsas promesas de eficiencia y bienestar. ¿Tendremos un presidente con “p” de Polar?