Inmovilizados por miedo a algo que no vemos |
Seguramente
en este preciso momento te encuentras en cuarentena, una medida de
aislamiento
preventivo
a raíz de la pandemia del COVID-19. Estás
encerrado en tu casa sediento de información que te permita
discernir lo que sucede y actuar en consecuencia. Todos vemos el
problema, el fenómeno, el efecto. Poco nos preocupamos sobre el origen,
el trasfondo, la causa.
Grandes
masas de humanos actuamos
condicionados por un virus cuya proyección mediática viral
da
la impresión que es
el catalizador utilizado en un experimento social a escala
global: estímulos
informativos mantienen en jaque a la población que se siente
indefensa, sobre
todo los
adultos
mayores
porque parece que el virus fué
diseñado como
arma bacteriológica
para aniquilar al
nivel
etario de
la población no económicamente activa (pensionados y jubilados).
El
miedo traspasa fronteras y
el virus se aloja en nuestras mentes y corazones,
inundando la emoción que precede a la acción.
Cuando
las personas sienten miedo o están aterrorizadas son capaces de
cometer actos que en condiciones normales no llevarían a cabo. La
parte instintiva prevalece y la supervivencia es la prioridad
en
momentos límites. Vemos
gente golpeándose por comprar papel sanitario en cadenas de
supermercados, largas colas de clientes que quieren adquirir un arma
de fuego, gobiernos “atentando” contra sus economías al ordenar
suspensión de vuelos, instruir el cierre de empresas, centros
comerciales, etc.
A
pesar del desconcierto
y terror
inicial, podemos
elegir entre la ansiedad o la
introspección por
estar encerrados varios días en el hogar. La interacción social
tangible se reduce a la mínima expresión, la cotidianidad cambia y
nos
vemos forzados
a pasar más tiempo con nosotros
mismos
y con nuestro
entorno inmediato: familia y en muchos casos vecinos. La
adversidad muchas
veces trae
como consecuencia la solidaridad. El aburrimiento da pie a la
creatividad. La soledad es el impulso para querer comunicarnos con
aquel ser querido a quien no contactamos
desde hace mucho.
El
mundo cambia y sus habitantes también. La
humanidad puede volverse
más humana y el escenario es propicio para la creación de la
consciencia social global donde reconozcamos y
coincidamos en el
necesario y urgente cambio de sistema que
prevalece
porque el que existe hoy atenta contra nosotros mismos. Los momentos
de crisis son momentos de oportunidades, aprovechemos el momento para
crecer.