Hoy todo sucede en la escena de las redes sociales, las mismas en donde la inmediatez priva sobre la veracidad. En oportunidades la intoxicación social que generan es de tal magnitud que dudamos y no sabemos si el mundo real influye las redes sociales o las redes sociales influyen al mundo real.
Aquello de “pienso y luego existo”, aunque la traducción literal del latín cogito ergo sum sería algo como “pienso, por lo tanto soy”, en pleno siglo XXI es modificada por los intereses ocultos de los anónimos que abundan en las redes haciendo valer un nuevo planteamiento “estoy en tendencias, por lo tanto soy” lo que permite al ciberespacio el surgimiento y multiplicación de personalidades irreales que empujan el pensar de aquellos seres de carne y hueso en direcciones predefinidas por quienes trabajan para manufacturar la opinión pública.
¿Quién puede pensar claramente en un incendio? La opinión pública respira constantemente el smog informativo que traspasa cualquier tapaboca y se contamina. Nunca hay 100% de veracidad ante nada porque siempre el rumor abraza a la verdad y las cosas no son completamente ciertas, hay tonos grises por doquier, mucho texto por doquier, muchas versiones.
En estos días un conocido cibernauta real, de carne y hueso, se quejaba por Twitter de las “apelaciones” que había hecho ante Youtube porque le eliminaron sus videos. Es decir, un ser humano recurre a una instancia corporativa privada como si fuese una institución, peor aún, como si fuese un tribunal. Obviamente es una instancia impersonal, no hay un interlocutor de carne y hueso, pero el territorio de todas las redes sociales son jurisdicción de sus dueños y allí ellos mandan según su antojo, según sus intereses.
Vemos entonces como las Redes Sociales son los tribunales virtuales donde se juzga al personaje o tema del momento de forma inmediata, irreflexiva, manipulada, irracional e injusta. Circula y se propaga la Justicia Mediática como artilugio cibernético producto de datos, algoritmos tendenciosos, consecuencia de interacciones entre seres reales y personalidades virtuales que orientan a la opinión pública, muchos sin adentrarse en los hechos, sin validaciones, sin investigación, sin corroborar. Predomina juzgar por la emoción y no por la razón. Sea favorable o desfavorable la justicia mediática cada día obtiene mayor credibilidad, luce una borrosa legitimidad dibujada en la nube de un mundo abstracto e intangible que se funde con el nuestro.
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