jueves, 25 de marzo de 2021

"No hay sencillo"

 


La diversificación monetaria que evidencia la economía venezolana ha dado pie para que cualquier comercio cobre el importe por sus productos o servicios en diferentes divisas, normalmente dólares o euros, pero lo que pareciese una bendición para muchos en oportunidades se transforma en molestias para otros sobre todo si de la experiencia de compra se trata porque los billetes tienen diferentes denominaciones y los montos de las compras muy pocas veces corresponden con exactitud al valor del papel moneda haciendo necesario contar con dinero de menor denominación para poder dar el cambio.

El común denominador es que en el momento de escuchar el tradicional “no hay sencillo” nuestra experiencia de compra se transforme en un calvario decisorio porque pueden ocurrir varias soluciones: dejar mercancía para reducir el importe en una cifra redonda que permita proporcionar cambio, buscar más productos para aumentar el monto de la compra y que coincida con el valor del billete, esperar hasta que otro comprador pague con efectivo de menor denominación y puedan darnos el cambio o pedir el vuelto no en divisas sino en bolívares a través de pago móvil.


Ante esta situación hábilmente
algunos comercios aplicaron métodos arbitrarios para eludir este cuello de botella en el proceso de facturación. Vimos el surgimiento del “dólar BECO” que buscaba dar un cupón como dinero que podía ser utilizado posteriormente en la misma tienda. También muchos establecimientos han implementado dar el vuelto a través de un ticket que denominan “anticipo” con el mismo propósito. El detalle de éstas iniciativas es que condicionan al cliente vulnerando sus derechos socioeconómicos además del hecho que muchos de estos negocios tienen capacidad de pago pero eluden convenientemente el poder devolver lo justo a través de pago móvil o transferencia en bolívares para sacar ventaja de la transacción en divisas.

Condicionar al cliente de esta forma es una práctica que perjudica la fidelidad con la marca. No es sano para la economía ni para la reputación del negocio forzar al usuario, deben darse opciones útiles para que la experiencia de compra sea placentera. El objetivo es que cada cliente regrese voluntariamente a disfrutar de nuevo en nuestras instalaciones o de nuestros productos. Que un cliente espere de pie durante media hora cerca de las cajas registradoras de un negocio hasta que otro cliente pague con un billete de menor denominación no es correcto y es una práctica que socava la fidelidad con la marca.

El presidente Maduro ordenó permitir la apertura de cuentas en moneda extranjera para que los usuarios dispongan de bolívares en sus tarjetas de débito según la tasa cambiaria del día establecida por el BCV. Ésta es una iniciativa valiosa que tiende una mano al consumidor para proteger su dinero y facilitar el proceso de pago. En la guerra económica se puede contraatacar apelando al ingenio y talento porque no todo está escrito, sólo debemos ajustar la estrategia asumiendo nuevos enfoques.

 

Algoritmo sucio

 


Estamos cansados de escuchar una y otra vez opiniones, metodologías, talleres, cursos e información súper especializada que trata de "descifrar" los algoritmos de las redes sociales y la forma como éstas plataformas digitales privilegian algunos contenidos más que otros. Lo que nadie dice es que los algoritmos están diseñados por seres humanos en función de las órdenes impartidas por sus jefes, los dueños de corporaciones mil millonarias.

Dictaduras corporativas donde
el genocidio de la verdad y el adoctrinamiento de las masas son instrucciones plasmadas en un memorándum que debe respetarse y ejecutarse sin protestas por las unidades ejecutoras dentro del organigrama de las empresas privadas que dominan lo público.

Los dueños intocables de las redes sociales trastocan la sociedad a su antojo, decidiendo la manera en que fluctúa la información para impactar la conducta de muchos. La ética brilla por su ausencia en compañías que no aceptan cuestionamientos y
la cibernética aplicada a la Internet les permite controlar las reacciones de sistemas políticos, sociales y económicos a través de terapias de shock basadas en datos y bytes tendencios.


No existe legislación ni organismo multilateral que se dedique a normar y regular el funcionamiento de las redes sociales a nivel mundial. A fin de cuentas


todos en el planeta nos exponemos a instancias sin regulación, medios forajidos que tienen un compromiso nulo con la verdad pero están dispuestos a colaborar en la caotización cognitiva de las masas.

Mucha información fluye y poca certeza queda derramando la duda sobre una sociedad que no tiene tiempo para investigar ni corroborar nada. Las redes sociales apelan a la emoción transformando cada vez más a sus usuarios en primates tecnológicos. Los contenidos basura abundan y se multiplican cada segundo gustando a millones de internautas desprevenidos que nos dejamos distraer por cualquier cosa que dispare una dosis mínima de dopamina en nuestro organismo: el placer es suplantado por el saber.

¿Qué policía puede llegar a una nube? Ninguno con plena seguridad pero para el mundo
real la "nube" es un lugar virtual muy seguro en el que todos debemos confiar ciegamente. Esa nube blanca que está en el cielo en realidad nadie puede verla y carece de credibilidad porque está al alcance de ninguno. La nube sirve de recipiente de nuestra esencia transformada en perfiles de consumo, útiles para el que pueda comprar información de otros. Al final nadie vigila a quienes aseguran no vigilarte mientras surge un mensaje emergente en tu celular vendiendo un producto similar a lo que comentabas con una amiga durante la última llamada telefónica. Nos espían y utilizan ¿Hasta cuándo?