Así como probablemente tú también lo haces, estaba dándome un desayuno de dopamina revisando las publicaciones que me arrojaba el Instagram a primera hora de la mañana. Ejercitaba con gracia mi dedo pulgar sobre la pantalla de mi celular, cuando veo una imagen donde sale una vaca, curiosamente ataviada, con unos lentes 3D. La imagen me impactó y paso seguido leo el titular de la noticia "Granjero engaña a sus vacas con lentes de realidad virtual para que produzcan más".
Resulta que el artilugio de la tecnología ha sido adaptado a las cabezas de los simpáticos y explotados animales para simular hermosos pastizales verdes, estimulando el ánimo de las vacas que se sienten contentas, lo que redunda en una mayor producción lechera. Los rumiantes caen presa de la tecnología, viendo una realidad inexistente que condiciona su existencia.
Al leer la noticia, recordé un meme que he visto por las redes sociales en el que aparece el dueño de Facebook, Marck Zuckerberg, caminando muy sonriente entre una multitud de usuarios con gafas 3D, tal como si se tratase de un rebaño de homo sapiens. El magnate, convertido en pastor, se observa imponente y el meme anuncia "el proveedor de la droga nunca consume su producto". En ese momento me dí cuenta del símil entre nosotros y las vacas pues, seguramente, para los dueños de las redes sociales no somos más que una manada de seres sin rumbo que deben ser domesticados, engañados y condicionados para satisfacer sus intereses y los de la élite que, al final, son lo mismo.
Facebook en una jugada corporativa de mercadeo, buscó lavarse la cara cambiando su nombre matriz como empresa y se anuncia ahora como Meta. Al mismo tiempo, la campaña publicitaria proyecta el surgimiento de una nueva instancia, el Metaverso, un lugar en el que todas las plataformas se integran y donde vamos a ser felices comprando, trabajando, jugando, viajando, entreteniéndonos, ¿viviendo? Un paraíso virtual creado para que todos nos conectemos, y condicionemos nuestra existencia mientras la saliva se derrama por la comisura de nuestros labios como si tuviésemos una sobredosis de heroína.
Apoderarse de la conciencia colectiva parece la consigna, mientras las mentes individuales viven sobre expuestas a un torrencial de estímulos e informaciones. Da la impresión que cada vez se hace más difícil discernir y llegar a conclusiones con base en la verdad, a pesar de estar en la era de la información. La ignorancia y la manipulación abundan, disfrazadas de buenas intenciones para mejorar nuestras capacidades comunicativas. Quizá en un futuro, hecho presente, no tengamos la necesidad de ser ni de estar conscientes porque abunda la felicidad viviendo en el Metaverso, país del sueño virtual donde pastamos como vacas.
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