¿Una flor en medio de asfalto? |
En la
jerga de sicólogos, la resiliencia es la capacidad humana de asumir
con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Tiene
que ver mucho con la adaptabilidad ante las condiciones circundantes
adversas, que inciden directamente en el desenvolvimiento de la
cotidianidad. A nivel social, las sociedades en momentos extremos
pueden amoldarse en función de su realidad directa o respecto a la
percepción que tienen de ella.
En
Venezuela, parece que la resiliencia social se cristaliza poco a poco
con respecto a la situación de la economía. El Gobierno Bolivariano
colabora notablemente para que esa resiliencia cuaje con prontitud,
dado que no se solucionan los problemas y no se ataca el origen de
los mismos, pero sí se generan paliativos que buscan hacerlos más
llevaderos.
La
Guerra Económica, que es consecuencia de la mixtura entre la
estructura cómplice del Estado burgués junto a la burguesía
parasitaria para desangrar a la patria y al bolsillo del pueblo, se
mantiene día a día. Seguimos viendo colas, siguen faltando
productos en anaqueles, corrupción por doquier, los precios de
productos llegan a la estratósfera sin siquiera ser regidos por la
Ley de la gravedad, estafas con divisas se repiten una y otra vez,
etc. Ya las distorsiones forman parte de nuestra cotidianidad. Las
perversiones económicas y comerciales están a la vuelta de la
esquina. El Estado intenta, con operativos y medidas intermitentes,
hacer algo para remediar pero nunca es suficiente. Lo que vivimos no
es reciente, llevamos dos años en esto aproximadamente.
Cuando
uno compra zapatos nuevos, muchas veces el calzado incomoda pero
basta usarlos en repetidas oportunidades para que el pie se adapte.
Así está sucediendo en nuestro país, la resiliencia social en
Venezuela parece escribirse con erre de resignación. La adversidad
económica arropa a las medidas del gobierno, como la ola que en la
playa sobrepasa al niño desprevenido para revolcarlo a su antojo
mientras lo hace tragar arena. Pero nos acostumbramos a tragar arena.
El punto
es que la incomodidad y el malestar están latentes, aunque el
quejido de la gente no se haga presente frecuentemente. La
“normalidad” no volverá a Venezuela al menos que caiga nuestro
presidente Maduro. El sistema conspira permanentemente, mientras se
enriquece impunemente. La expropiación de los dineros del Pueblo y
del Estado seguirá. ¿Masificación de la resignación se
materializará? Veremos.
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