¿Será que se hereda lo jalamecate? |
“No
quiero a mi alrededor personas serviles que digan a todo que sí;
quiero gente que me diga la verdad aunque les cueste el empleo” es
una frase que se atribuye al productor de cine estadounidense de
origen polaco, Samuel Goldwyn, y que nos cae como anillo al dedo en
plena revolución bolivariana. “Con la verdad ni ofendo ni temo”
repetía nuestro Comandante Hugo Chávez, al hacer hincapié en la
necesidad de hablar con claridad y frontalidad.
La
administración pública está llena en muchas de sus instancias de
funcionarios que tienen como principio laboral la adulación para con
sus superiores. Antes que el ejercicio de cualquier habilidad
profesional, recurren a rendir pleitesía para congraciarse con sus
jefes inmediatos. La complacencia que genera esta práctica,
comunmente se traduce en consideración de parte del superior hacia
el subordinado.
Como lo
que le preocupa es el puesto y su sueldo, el jalamecate inventa
cifras, maquilla informes, arregla reportes y distorsiona los
indicadores de gestión. Al final, la “revolución” es lo que
menos importa cuando de defender el quince y último se trata. Eso
repercute directamente en la praxis de la obra de gobierno. Se diluye
el ímpetu revolucionario y la reforma se apodera de instituciones
que deberían revolucionar su ámbito de acción. Vemos el paisaje
copado por elefantes blancos. Ralentizan la marcha, frenan el avance,
sabotean la irreversibilidad del proceso, pisotean el legado del
Comandante Chávez, el legado de Simón Bolívar, destruyen a nuestra
Patria.
La
ausencia de compromiso se hace evidente al revelarse una gestión
mediocre, pero son los primeros en lucir una franela roja que dice
“yo soy Chávez”. Chavistas circunstanciales, chavistas
superficiales. A todo le dicen que sí, todo lo aceptan sin pensar ni
razonar las causas y efectos. El pensamiento dialéctico brilla por
su ausencia y a nivel de toma de decisiones se deciden cosas sin
sentido, porque el sentido de la sensatez es el antónimo de la
adulancia. Les pueden dar una instrucción disparatada, sin lógica,
pero eso de la crítica, del raciocinio, del análisis no va con
ellos. Obediencia sin quejido es la premisa.
El
legado de Chávez, en esencia es reflexión sobre lo que estamos
haciendo. Cuestionamiento diario sobre nuestro papel y nuestro
accionar. Ojo pelao con los jalamecates que a todo dicen que sí,
porque la antítesis es la muestra más clara de la intención de
hacer las cosas mejor. La revolución es perfectible, no lo olvidemos
jamás.
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