Nuevamente, el chavismo y la revolución a la vanguardia política |
No me
esperaba el nivel de participación que manifestó el pueblo de
Venezuela el pasado domingo 28 de junio en las elecciones internas
del PSUV, más de tres millones cien mil votos. Como siempre, la conciencia responde y la pasión por la
patria venezolana vuelve polvo cósmico cualquier pronóstico técnico
que uno intente realizar. Hasta un primo que vive en Barquisimeto, y
que forma parte de las filas de Voluntad Popular, fue a votar por una
candidata joven del Circuito 1 de Lara. Me decía “chamo, saca la
piedra que la MUD ponga puros vejestorios al frente, las mismas caras
de siempre y no le paran ni a las mujeres ni a los chamos”.
Yo voté
en Acarigua, como a eso de las 10 de la noche porque tuve que viajar
y anduve en carretera todo el día. A esa hora todavía había una
cola de gente esperando para ejercer su derecho a participar. Eso me
impresionó y me hizo recordar las colas infinitas en el 2004 cuando
evitamos que revocaran a nuestro Comandante Hugo Chávez. Era como un
Deja Vú lo que veía casi once años después.
Varios
elementos se mezclaron para generar este sólido resultado. A pesar
del proceso de despolitización que sufren los venezolanos,
fundamentado en la Guerra Económica, una gran porción de la
ciudadanía patriótica sigue manteniendo su fe intacta y muestra
niveles de conciencia superiores que desmitifican a propagandistas
como Luis Vicente León, que asegura con cifras en mano, que la
mayoría de Venezolanos culpan a Maduro y al Gobierno de la situación
económica. La gente no se cree ese cuento, sabe el origen de lo que
sufrimos y sigue firme con altos niveles de lealtad hacia la
revolución, por eso sale a votar. Tienen esperanza.
Nuestro
Comandante Obrero, Nicolás Maduro, garantizó el legado de Chávez y
jugó habilidosamente al exigir 50% de mujeres y 50% de jóvenes como
postulados. Esto generó un atractivo adicional, antítesis de la
democracia del pleistoceno ejercida por dinosaurios de la MUD como
Borges, Allup, Machado y Torrealba que siguen resistentes al cambio
generacional y de género que exigen los nuevos tiempos.
Con este
respaldo, tangible en números, el presidente Maduro debe emprender
una campaña admirable a nivel económico. Hasta los momentos, como
él mismo lo ha manifestado, la Guerra Económica está cruda. No se
ven resultados y los problemas siguen agravándose. Debe estar muy
alerta con su entorno que pudiese estar dándole cifras irreales y
proponiendo soluciones reformistas que sólo satisfacen a intereses
económicos de las élites. Es hora de atacar la estructura podrida
que intoxica el organismo económico de la patria venezolana. La
jugada maestra ya empezó, el logro político es la catapulta para
avanzar en la revolución económica. Para luego es tarde y cuenta
con todo nuestro apoyo.