¿Persuasión al extremo? |
Lejos
quedó aquella premisa de comunicar veraz y oportunamente para
informar y dar a conocer al pueblo todo lo bueno que ocurre en
revolución. A
nivel de comunicación política, la ingenuidad y buenas intenciones
de un aparato comunicacional “equilibrado” han dado pie para que
el discurso opositor se haya posicionado en la mente del venezolano.
Hoy en día, más gente en Venezuela le cree a la oposición antes
que al chavismo.
Se
tiene poder de fuego comunicacional pero no influencia. Se puede
comunicar mucho, pero el mensaje no cala. La neuropolítica hace de
las suyas y, en resumen, la gente se limita a pensar lo que siente.
Como muchísimos se sienten mal porque ven afectadas e insatisfechas
sus necesidades básicas en la cotidianidad, pues el balance general
es contrario a la percepción de la realidad que se intenta imponer
comunicacionalmente desde el Gobierno Bolivariano.
Nos
preguntamos si el problema es el cómo se comunica o el qué se
comunica. Pues bien, es evidente que dentro de tanto desacierto, no
por falta de iniciativas sino por los resultados observados, aún el
asunto escapa de nuestras manos. Muchos
aspectos confluyen, pero es obligatoria una mezcla balanceada de
estética, semiótica, creatividad e innovación. ¿Puede haber
propaganda en el techo o el piso de un vagón del Metro? ¿Es
efectivo un quinteto en pantalla, que piensan igual, colegas de
trabajo, diciendo lo mismo? ¿Marcamos
la pauta o nos marcan la pauta?
Lo
importante no es lo que pasa, sino lo que la gente cree que pasa. La
razón lleva a conclusiones, mientras que la emoción lleva a la
acción. En revolución, comunicar debe apuntar a ganar voluntades,
fortalecer lealtades y establecer compromisos duraderos. El
mensaje debe estimular a la acción, debe incidir en la conducta
pasiva transformándola en defensa activa del bolivarianismo. Lo
curioso es que el público meta no es únicamente el pueblo en la
calle sino el
aparato de gobierno, las mismas
instituciones.
Comunicar
a lo externo es importante, pero comunicar a lo interno nos
fortalecerá para alcanzar los objetivos de gestión más inmediatos.
La comunicación va de la mano con la gestión, no se puede comunicar
lo que no se hace. De
la misma manera, no se puede hacer lo que se ignora. Los
contenidos tienen el reto de convencer y comprometer a los de afuera
y a los de adentro. Comunicar
para persuadir es
la premisa.