domingo, 4 de enero de 2009

Enmiéndate la mente


Al observar el escenario actual del proceso revolucionario, el país que tenemos, sus grandes avances y retrocesos así como la dinámica política de la Venezuela luego del 23 de Noviembre es evidente que faltan realizar grandes cambios que permitan garantizar la permanencia de una postura progresista y revolucionaria en la mentalidad de la gran mayoría de venezolanos.

Muy curioso me pareció el hecho que la oposición no llevaba ni una semana celebrando las “victorias” obtenidas en las elecciones regionales cuando el Presidente Chávez, como siempre estando en la vanguardia y fijando la “agenda” política del país, les quitó la alegría y emoción al anunciar de manera imprevista lo de la batalla a favor de la enmienda constitucional por la reelección indefinida. Fue distintivo el ver la cara de los “victoriosos” cuando tuvieron irremediablemente que cambiar el curso de sus declaraciones hacia el tema de la enmienda, dejando en el olvido el proceso eleccionario que de manera pírrica los colocó nuevamente en posiciones de poder. Victoria para Hugo, no cabe la menor duda.

Ahora bien, existen innumerables variables que surgen al vislumbrar la iniciativa de la enmienda constitucional y su posible éxito. Supongo yo que el Presidente está haciendo uso de las matemáticas, como muy frecuentemente lo sabe hacer, y saca una cuenta sencillita al observar que el PSUV sacó alrededor de un millón 300 mil votos más que todas las fuerzas opositoras juntas. Esta holgura en votos posiblemente sea el principal factor que lo invitó a decidirse de una vez por iniciar la batalla por la enmienda. Quizá sea un factor bastante importante pero creo que falta otro bastante significativo.

Recordemos que la Reforma Constitucional no fue apoyada por muchos Gobernadores y Alcaldes “revolucionarios” sencillamente porque no contemplaba la reelección indifinida para ellos, es decir, podemos reeditar aquel dicho que afirma “por la reelección propia indefinida baila el líder chavista”. Ante este escenario creo que es un error táctico que en el texto de la enmienda se haga la delimitación de esta reelección exclusivamente para el cargo de presidente o presidenta de la República. Una muestra clara del carácter completamente libertario y revolucionario de nuestro sistema democrático sería el permitir que el pueblo tenga la potestad de votar las veces que quiera y reelegir a un funcionario que en cualquier cargo de elección popular haya tenido un desempeño y gestión eficiente para la mayoría. A fin de cuentas, la democracia no nos dice que A es mejor que B sino que nos muestra que A sacó más votos que B, por ende, al pueblo le toca definir cual de los dos es mejor.

Todo muy bien hasta aquí, pero lamentablemente seguimos navegando en aguas reformistas. Si analizamos bien todo este bendito y santo tema de la enmienda y la reelección indefinida, la misma se sustenta sobre la base de la Democracia Representativa. Seguimos trasladando a otros la responsabilidad de orientar los destinos del país. Continuamos pensando que es necesaria una instancia mayor o “superior” para que el país salga adelante. Persistimos en considerar la dependencia intrínseca de nuestro proceso en un líder. Eso es lo que quiere la reforma. Eso es lo que nos programan desde pequeños a través de todas las vías posibles: educación, entretenimiento, enseñanza en el hogar, etc. Nosotros no podemos ser dueños de nuestro destino, debemos darle esa potestad a alguien que realmente sí pueda con ello. Si ese líder no está, ya no hay nada que hacer. No servimos como pueblo sin un líder que nos sepa ordenar y llevar hacia nuestro porvenir como aquél pastor que guía a sus ovejas. ¿Es que acaso no podemos entender que todos somos líderes? ¿es muy difícil asumir que cada quien es responsable de su detino y puede trabajar tomado de la mano con su vecino en función de ello? ¿por qué no enmiendamos esa parte de nuestro cerebro que nos configura una mentalidad sumisa ante todas las injusticias que vemos, suceden y nos acontecen día a día?

Creo que el principal error de nuestro proceso es el subestimar la capacidad intrínseca del pueblo en tomar las riendas de todos los cambios revolucionarios del país. Todavía llevamos la dinámica de la democracia representativa a cada instante del día y en cada escenario en el que nos desenvolvemos. Todo lo trasladamos, la responsabilidad es del otro y no propia. Los demás deben resolver, no podemos hacerlo por nosotros mismos. Esta es la etiqueta que la gran mayoría de los venezolanos llevan en su interior, sean de oposición o chavistas, todos quieren que los demás les resuelvan las cosas y no asumen su responsabilidad en el asunto.

Es imprescindible que enfoquemos gran parte de la acción revolucionaria en cambiar ese estado mental de sumisión y de perpetuación de la representatividad como modelo de vida. Cada quien debe asumir el rol de líder protagónico en su espacio, en su familia, en su grupo de amistades, en su comunidad, en su trabajo y en la universidad. Si no enmiendamos nuestra mente desechando todos los preceptos que nos condicionan a una vida subordinada jamás podremos avanzar de manera significativa en la erradicación de las injusticias sociales promovidas por quienes “nos” pastorean, haciendonos ver que es filantropía.

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