lunes, 17 de noviembre de 2014

¡Estoy felicísimo!


Camino por el centro de Caracas y un motorizado me toca corneta para que me aparte de la acera y le dé espacio para él poder transitar con su caballo de acero, medio de transporte que creo viene con una patente de corso. El incidente no logra cambiar mi actitud, sigo feliz.

El panadero frente a mi casa, impune y libremente, aumenta cinco bolívares cada tres semanas al precio del botellón de agua que ya va por 65 bolívares. Viajé de visita a Boconó y resulta que allí el mismo envase cuesta 90 bolívares. Los precios injustos y lunáticos no son capaces de borrar mi sonrisa, continúo feliz.

Leo en la prensa que PDVSA anuncia el normal suministro de lubricantes en todo el país. Hace una semana tuve que comprar aceite para el carro a cinco veces su precio. El contraste entre lo que dice la petrolera y lo que se vive en la calle deja estupefacto a cualquiera porque la incongruencia es palpable. A pesar del golpe a mi bolsillo, me mantengo feliz.

Cencoex hace pocos días entregó 21 millones de dólares baratos a importadoras para que trajeran caña. Camino por los pasillos de mercados y licorerías y hasta el Ponche Crema lo venden a precio de dólar ilegal. El robo evidente me resbala, sonriente, estoy feliz.

Salió el Decreto que prohíbe a buhoneros vender productos de la Cesta Básica en las aceras y calles, pero creo usaron la Gaceta del anuncio como papel higiénico. Siguen vendiendo con descaro cualquier cosa que escasee, inclusive con policías y guardias a 10 pasos de distancia. Eso no me perturba, mi actitud se mantiene feliz.

Aumentan el salario diciendo que es una medida para proteger el bolsillo del pueblo. Como no se puede frenar la vorágine especulativa y distorsiones que la burguesía parasitaria impone a nuestra economía, hay que “darle” de algún modo más dinero al pueblo para que pueda costear el pago de la especulación. El sector privado nos manotea, pero eso no me amarga, sigo estando feliz.

Todas las tiendas Movilnet que he visitado están vacías, no tienen celulares. Para poder acceder a un equipo es necesario hacer uso de una buena palanca, hay que conocer al gerente de la tienda y gestionar lo correspondiente. Prácticas cuartorrepublicanas nos rodean imponiendo su lógica en nuestra cotidianidad, pero eso no cambia mi humor y sonrío felíz.

Escucho mucho decir “Navidades Felices” y recuerdo al instante el último día en la vida de Adán García, quien andaba quieto pero en la tranquilidad del desesperado. Mi felicidad, creo, me hace ver como un disociado.

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