Lema que debe traducirse en hechos |
Las
distorsiones en Venezuela a nivel económico violan cualquier regla
de la economía. De paso, tenemos revisticas propagandísticas como
Dinero, Producto y Gerente, papeles impresos como El Comercio y
Economía Hoy, todos de la misma burguesía mediática, que enfatizan
concepciones irreales de lo que sucede en el país. Imponen criterios
económicos a través de mitos, rumores y mentiras que responden a
intereses de la élite. Desde los centros de poder, se crea una falsa
percepción y entendimiento sobre la dinámica económica.
El tema
de la gasolina y el aumento de su precio es álgido, porque la
burguesía parasitaria que domina la economía del país siempre lo
ha impuesto así. Como son élites delincuenciales, al momento de
decretarse la subida del combustible colocarán a la enésima potencia
los precios de los bienes y servicios que comercializan, no basados
en estructuras de costo, sino en la Ley de la Codicia y la Demanda.
Una coyuntura así, es el escenario ideal para robar más, siempre
echándole la culpa al Gobierno Bolivariano del precio especulativo.
Yo estoy
dispuesto a pagar doscientos bolívares (BsF. 200) para llenar el
tanque de gasolina de mi vehículo. Actualmente, cada vez que le digo
al tipo de la bomba “échale full de 91” nunca llega a 5
bolívares el total de la transacción. Casi siempre, le pago con un
billete de 10 bolívares y es normal que le diga “déjalo así”,
es decir, le pago en propina más que la misma cantidad que pagué
por el combustible.
Apoyo
que inrementen el ridículo precio actual del líquido inflamable,
pero con la garantía que se traduzca en hechos el lema de “Energía
para el Pueblo”. En los países inteligentes, cada conductor se
baja y surte el vehículo por sí mismo, no hay “bomberos” que al
estilo de los años 50 suministren el combustible. Eso se traduce en
abaratamiento de costos.
En los
países inteligentes, el Estado asume la responsabilidad del
transporte público y suprime por completo la participación privada
en ese sector clave. No hay camioneticas, busetas, rutas y demás
unidades destartaladas cobrando lo que les dá la gana y prestando
un servicio pésimo. Los taxis, tienen tarifas que marcan los
taxímetros a diferencia de Venezuela, donde el conductor del “Libre”
tiene una patente de corso para hacer lo que mejor le parezca tanto
en el precio que cobra como con el servicio que presta. Lo curioso es
que en “socialismo” no hay ninguna instancia que nos proteja ante
la estafa permanente del transporte privado que se hace llamar
público.
Los
trenes, para la conexión entre ciudades, tienen que terminarlos para
que exista la alternativa del transporte masivo sin sucumbir a la
codicia del sector privado que malandreará a todos cuando empiece a
cobrar exhorbitantes cifras por transportar gente y mercancías, cosa
que repercutirá en niveles de especulación alarmantes e invivibles
en todos los sectores de la economía nacional.
Aumentar
la gasolina es necesario. El Gobierno Bolivariano tiene la
responsabilidad de que todos lo entendamos así, pero también debe
utilizar esta coyuntura para generar la sinergia social tendiente a
consolidar condiciones justas en la dinámica económica que tiene
relación directa con el consumo de combustible. El aumento de la
gasolina, sobre todo, debe implicar la introducción de la
optimización de procesos, criterios de austeridad, valor agregado y
gestión eficiente de los recursos. La cosa no es aumentar por
aumentar simplemente, porque ello pudiese significar una amenaza para
la estabilidad y continuidad de la revolución bolivariana.
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