Oposición en descenso continuado y sin frenos. |
Lejos de
las burlas, risas, chistes, chalequeos y demás que ha generado el
discurso de Capriles Radonsky del pasado domingo 10 de junio, se hace
necesario entender el sentir de un sector de la sociedad que expresa
apoyo por un candidato de tal calidad.
Preocupa
saber que el poder económico que apoya a Capriles continúa ganando
gran cantidad de dinero con infinidad de empresas y negocios
repartidos a ni vel nacional. Consterna no porque hagan dinero, sino
porque es un sector necesario para el desarrollo del país en todas
sus áreas pero prefieren enfocar su influencia en adversar el
proyecto de país existente, tangible y en marcha por el Gobierno
Bolivariano.
Preocupa
también ese sector de la sociedad que se considera antichavista o
escuálido, corroborado por Capriles en su discurso, porque es el que
ha sido conquistado por la propaganda permanente que los medios
privados emiten sin pudor. La gente que ustedes ven marchando con
ímpetu, deseosa de un “cambio”, es la prueba más clara de que
los medios de comunicación privados siguen surtiendo efecto.
Tenemos
una oposición caracterizada por la mezquindad, la irracionalidad, el
capricho político y el temor mediático. No importa que un
pederasta, asesino, violador, mafioso, estafador, banquero corrupto o
afín sea el candidato, lo importante es que vaya contra Chávez. No
importa si hay Misiones o no, lo importante es que no las gerencie
Chávez. Los cambios en la bandera y el escudo deben ser revertidos
porque no son producto de reivindicaciones históricas sino caprichos
de Chávez. No interesa que el “líder” carezca de discurso, la
clave única y fundamental es que vaya contra Chávez. La lógica
opositora se traduciría en algo como “Sin Chávez todo, con Chávez
nada”.
En
definitiva, vemos un sector político desdibujado por los medios y
que resume su direccionalidad política en ligar la ausencia, como
sea, de la figura contraria. El problema, a la final no es lo que
haya hecho o lo que quiera hacer. Para la oposición venezolana el
problema no es el qué, sino el quién.
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