El equipo de Gobierno debe estar a la par del líder de la Revolución |
Uno de los mayores dilemas ante los cuales se enfrenta un gobernante tiene que ver directamente con la conformación de un equipo de gobierno que pueda ayudarle a concretar una gestión con balance positivo. En este sentido, bastante se ha hecho hincapié durante los últimos días sobre quienes deben o no estar en funciones de gobierno, independientemente de si es una alcaldía o la Gobernación del Estado, a sabiendas que es perjudicial el presionar a los gobernantes para que tomen una decisión de esta naturaleza y de forma apresurada porque no permite una evaluación del o los funcionarios que se postulan para asumir las direcciones.
En primer lugar, es necesario que el gobernante entienda que la capacidad de gobierno es la facultad para dirigir y gerenciar el proyecto, asumiendo que dicha capacidad no es sólo la formación profesional y la cultura general del gobernante y el equipo que lo acompaña, sino su convencimiento ideológico respecto a lo que significa la revolución (establecer si tienen clara la “torre de control”) así como su preparación teórica y práctica en ciencias y técnicas de gobierno, la cual aborda entre otros temas: teoría del juego social, planificación estratégica pública, presupuesto público, análisis de viabilidad política y económica, organización del gobierno; la oficina del gobernante y los sistemas de alta dirección. Por lo tanto, a la hora que el gobernante se disponga a seleccionar a quienes estarán a su lado para conducir los destinos del gobierno es necesario que tome en cuenta a los principales partidos políticos que aportaron su capital electoral para que lograra su victoria y, en base a esto, evaluar a quienes están proponiendo dichas organizaciones políticas en los aspectos antes mencionados.
En tiempos de revolución dentro de la revolución se hace necesario que en las estructuras gubernamentales predomine el concepto de servidor público antes que el de funcionario público porque la burocracia, ineficiencia y corrupción en grandes áreas de la administración pública sólo lograrán mermar el apoyo que pueda manifestar el soberano por el Gobierno Bolivariano que rige los destinos del país. Se debe acabar con la percepción cuartarepublicana que orienta hacia el usufructo del poder en detrimento del bienestar colectivo. No hay cabida para funcionarios públicos ineficientes y no aptos para ejercer el cargo que ocupan.
El gobernante es el líder que debe mostrar la dirección del gobierno y no sólo eso sino dar el ejemplo respecto a la manera de actuar de su tren ejecutivo, con una actitud que tenga como orientación el amor al prójimo y el bienestar colectivo. Cada directivo debe ser un “espejo” del máximo líder del ente gubernamental. No se puede permitir que mientras el máximo líder del ente gubernamental orienta su conducta y toma de decisiones hacia la satisfacción del colectivo por medio de la participación ciudadana y la transferencia del poder hacia las comunidades, algunos de los miembros de su tren ejecutivo se preocupen simplemente en usufructuar el poder y no tengan una conducta acorde con los principios y valores de la revolución. La revolución es cambio de estructura, por lo tanto, todos los directores deben cambiar la estructura de los entes que dirigen dado que, con algunas excepciones, la mayoría de las gobernaciones y alcaldías tienen bajo capital intelectual, bajo capital de experiencia, como de experticia, especialmente en la alta dirección del gobierno. Las estructuras organizacionales son obsoletas, con elevada burocracia, lenta en los procesos e ineficaces e ineficientes en cuanto a resultados, no poseen modernos sistemas gerenciales, y las oficinas de los gobernantes están desguarnecidas de sistemas efectivos para dirigir el gobierno. La oficina de planificación y presupuesto, en la mayoría de los casos donde existe, tiende más a ejercer la función de presupuesto tradicional (no modernizada), dejando sin efecto la función planificadora.
Finalmente, el balance de gestión del capital humano (sobre todo el directivo), deberá medir: a) niveles de competencia de la estructura burocrática del gobierno; b) niveles de formación de los funcionarios del gobierno y contrastarlos con las exigencias de las competencias que debe ejercer el gobierno y c) (quizá la más importante) ¿cómo está la motivación de los funcionarios?, ¿cuáles son sus valores y su relación con los de la organización revolucionaria?
El cambio de estructura debe fluir tanto de la base de la pirámide como de su cúspide, y entre estos dos extremos es clave el posicionamiento de liderazgos que funjan como factor de cambio revolucionario. Hemos avanzado infinidad de pasos, pero la carrera por la concreción de una Patria Nueva aún no la hemos ganado.
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