lunes, 8 de diciembre de 2014

El jalamecate indolente

¿Será que se hereda lo jalamecate?

No quiero a mi alrededor personas serviles que digan a todo que sí; quiero gente que me diga la verdad aunque les cueste el empleo” es una frase que se atribuye al productor de cine estadounidense de origen polaco, Samuel Goldwyn, y que nos cae como anillo al dedo en plena revolución bolivariana. “Con la verdad ni ofendo ni temo” repetía nuestro Comandante Hugo Chávez, al hacer hincapié en la necesidad de hablar con claridad y frontalidad.

La administración pública está llena en muchas de sus instancias de funcionarios que tienen como principio laboral la adulación para con sus superiores. Antes que el ejercicio de cualquier habilidad profesional, recurren a rendir pleitesía para congraciarse con sus jefes inmediatos. La complacencia que genera esta práctica, comunmente se traduce en consideración de parte del superior hacia el subordinado.

Como lo que le preocupa es el puesto y su sueldo, el jalamecate inventa cifras, maquilla informes, arregla reportes y distorsiona los indicadores de gestión. Al final, la “revolución” es lo que menos importa cuando de defender el quince y último se trata. Eso repercute directamente en la praxis de la obra de gobierno. Se diluye el ímpetu revolucionario y la reforma se apodera de instituciones que deberían revolucionar su ámbito de acción. Vemos el paisaje copado por elefantes blancos. Ralentizan la marcha, frenan el avance, sabotean la irreversibilidad del proceso, pisotean el legado del Comandante Chávez, el legado de Simón Bolívar, destruyen a nuestra Patria.

La ausencia de compromiso se hace evidente al revelarse una gestión mediocre, pero son los primeros en lucir una franela roja que dice “yo soy Chávez”. Chavistas circunstanciales, chavistas superficiales. A todo le dicen que sí, todo lo aceptan sin pensar ni razonar las causas y efectos. El pensamiento dialéctico brilla por su ausencia y a nivel de toma de decisiones se deciden cosas sin sentido, porque el sentido de la sensatez es el antónimo de la adulancia. Les pueden dar una instrucción disparatada, sin lógica, pero eso de la crítica, del raciocinio, del análisis no va con ellos. Obediencia sin quejido es la premisa.

El legado de Chávez, en esencia es reflexión sobre lo que estamos haciendo. Cuestionamiento diario sobre nuestro papel y nuestro accionar. Ojo pelao con los jalamecates que a todo dicen que sí, porque la antítesis es la muestra más clara de la intención de hacer las cosas mejor. La revolución es perfectible, no lo olvidemos jamás.

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