Mendoza, el "Al Capone" venezolano |
Uno
de los mitos extendidos por toda Venezuela que más influye en la
manera como percibimos a los actores que intervienen en la dinámica
económica es aquello del “empresario eficiente”. La élite que
domina la economía en nuestro país ha invertido gran cantidad de
recursos propagandísticos para torcer la realidad y hacernos creer
que trabajan de la mejor manera posible para sacar a Venezuela
adelante. Esto no es así en la gran mayoría de los casos.
Moisés
Naím, escritor e investigador venezolano que seguramente no será
tildado como chavista, es autor de un libro publicado en 1989 por el
IESA con el título “Las Empresas Venezolanas: Su Gerencia”. En
este revelador texto se caracteriza la dinámica gerencial y
empresarial de nuestro país llegando a exponer lo siguiente “la
eficiencia y productividad de la empresa venezolana
no han estado asociadas a la rentabilidad ni al éxito de la empresa.
Lo determinante para su éxito han sido las relaciones con
funcionarios gubernamentales, banqueros, políticos, sindicalistas,
clientes, suplidores y competidores”.
Hoy
sufrimos una Guerra Económica que muchos no perciben ni asumen como
tal, gracias a las operaciones psicológicas que tallan en el
consciente colectivo la idea de que el Gobierno Bolivariano es
culpable de todo lo malo y el sector privado, las élites económicas,
son víctimas de un sistema regulador perverso y de un modelo
fracasado. Se impone la creencia de que el empresariado es eficiente,
que quiere el desarrollo del país y ayuda desinteresadamente al
pueblo.
La
realidad muestra lo contrario porque nuestra dinámica comercial luce
características delincuenciales en todos los órdenes, con la
mayoritaria participación de un sector privado experto en malas
prácticas, estableciendo relaciones económicas injustas (monopolio,
oligopolio, monopsonio, etc), robando dólares del Estado a través
de estafas, cartelizando precios, desoyendo normativas, explotando a
trabajadores, disfrazando balances contables, evadiendo impuestos y
contrabandeando.
No
existen criterios de optimización de procesos ni reducción de los
costos. Nuestro empresariado aún es colonial, pero con computadoras.
No confiemos en quienes nos roban, asumamos el momento histórico
quitándoles las máscaras y el poder a los empresarios mafiosos.
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