martes, 27 de agosto de 2013

Independencia cultural

La estatua de la Libertad y superman (venezolanos)

Tuve que ir al Sambil, ¡ya vá! No vayan a chillar diciendo que los chavistas no van al Sambil, que por qué no voy a una plaza y demás tonterías. Siempre que puedo voy para cuanta plaza, parque o espacio público pueda porque los centros comerciales me parecen una jaula para hamsters gigante donde los “seres humanos” caminan en círculos una y otra vez como autómatas predispuestos a consumir. En fin, fuí al referido templo del consumo para hacer una gestión en la oficina de CANTV que allí hay.

Caminando por los laberintos de la “jaula” me pude percatar, lastimosamente, de dos jóvenes que lucían con orgullo prendas de vestir con una bandera gringa grandotota. Eso sí, las chamas tenían pinta de criollas así que no vayan a salir conque eran turistas estadounidenses de visita en el país. En ese momento empecé a tratar de conseguir a alguien con alguna prenda que hiciese alusión a la bandera de Venezuela y nada de nada.

¿Qué es lo que somos o qué creemos ser? ¿con qué nos identificamos? ¿cuál es nuestro referente de vida? ¿qué idolatramos? Son preguntas que apuntan a nuestra identidad. ¿Hay en Venezuela infinidad de los llamados “estadounidenses potenciales”, gente que detesta lo criollo y se muere por partir al norte y vivir el “american dream”? Pues lamentablemente creo que sí, hay muchos.

La independencia clave que deberíamos consolidar como nación tiene que ver con la independencia cultural. La independencia cultural genera soberanía identitaria. Acá vemos una invasión de elementos culturales foráneos por doquier y nadie dice nada, nadie regula nada. No es casual que más del 80% de películas, contenidos audiovisuales, música, etc vengan de la industria cultural anglosajona u occidental o copien su modelo pero con el sello “nacional”. Salgan a la calle y véanlo: somos un territorio invadido y colonizado culturalmente por intereses del extranjero. Venezolanos que quieren más a EEUU que a Venezuela, aún sin saber nada del imperio.

¿Cómo ser un país potencia cuando los miembros de ese “equipo” piensan en ser como el jugador contrario? ¿Cómo querer lo nuestro y cuidarlo si ni siquiera nos interesa y mentalmente estamos configurados para querer irnos de acá y vivir la “patria soñada”? Allí está el eje estratégico del que debiera partir nuestra revolución: cambiar mentes, ganar voluntades, crear lealtades y consolidar la patria venezolana, no el sueño americano.

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