A pesar del Plan de la Patria, muchos se sienten desorientados. |
Yo
entiendo que todavía haya gente extremadamente dolida con la
ausencia física de nuestro Comandante Hugo Chávez. Gente que
podemos considerar de esos “chavistas duros” que llevan en los
hombros el peso diario de estar sin el líder carismático que guiaba
al pueblo a través del proceso revolucionario. Ese sentimiento de
carencia les genera frustración, la cual drenan a través de la
crítica lacerante contra lo que “consideran” no debería estar
ocurriendo en la revolución socialista. Esa conducta yo la entiendo,
pero no la comparto.
Reducir
los análisis a visualizaciones simplistas o superficiales,
inclusive, ver todo como blanco o negro y obviar los diferentes
matices que existen en la imagen, es un error garrafal. Parece que
jamás le prestaron atención a Chávez, desde todo punto de vista,
porque a nuestro Comandante no había que oírlo simplemente, había
que ver los hechos, sus acciones y la manera como se avanza de forma
lenta pero, aunque sea despacio, aún se sigue avanzando.
Las
operaciones sicológicas han hecho mella tal en muchos, que adaptan
su lenguaje a marcos de referencia producto de la propaganda de
derecha. La condena es total para quienes difieran en algún punto
con su pensar. Se descalifica y, para regocijo de J. J. Rendón, se
etiqueta de “madurista” a quienes consideran no es justo exigirle
a nuestro presidente, Nicolás Maduro, cosas que Chávez jamás hizo.
Inclusive, situaciones que han existido y se profundizaron durante
años resulta que ahora, con Maduro al mando en un año, sí son
condenables y disparan las alarmas de que “se está perdiendo el
rumbo”.
Esa
genuflexión ante el “antes” y sublevación respecto al “ahora”
muestra el poder del verbo en el liderazgo político. El verbo calma,
el verbo persuade, el verbo muestra una intención. El discurso
político muestra un objetivo buscado, aunque en los hechos falte
mucho por transitar o, inclusive, lo que diga no se compadezca con lo
que se hace o las decisiones que tomo. El discurso condiciona la
percepción de la realidad. La propaganda de derecha saca provecho de
esto y afirma “Maduro, no es Chávez”, por consiguiente, como
Maduro no tiene el mismo verbo o capacidades comunicacionales que
Chávez lucía, “no existe liderazgo político y estamos a la
deriva”. Este es el silogismo que las operaciones sicológicas han
implantado con éxito en muchos.
La
revolución bolivariana es un proceso con etapas y fases. Querer que
se haga en un año las cosas que Chávez no hizo en catorce es obviar
por completo los principios de la planificación estratégica
situacional. Uno no puede pretender cambiar todo al mismo tiempo. En
una guerra no se pueden abrir todos los frentes de batalla a la vez.
Según yo lo veo, primero fue la revolución política, luego la
revolución social y ahora estamos en la etapa más difícil, la
revolución económica. Vivimos un proceso que va de la “A” a la
“Z”, no hemos llegado a la “L” y nos falta mucho por
transitar.
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