lunes, 20 de abril de 2015

Triste felicidad

Millones de dólares usados en darnos frescura y felicidad pero no desarrollo

Muchos dicen que sentirse feliz es una cuestión de actitud, mientras otros apuestan a lograr esta sensación de bienestar a través de la obtención de cosas materiales. Sea como sea, durante la revolución bolivariana la felicidad del pueblo ha servido como justificación para la implementación de diferentes políticas, unas más acertadas que otras pero quiero hacer hincapié en aquellas que claramente son la viva muestra de la reforma y bombardean el “cambio de estructura” que debería materializar todo proceso revolucionario.

El cupo viajero con dólar a precio irrisorio benefició a muchísima gente. Familias felices que tuvieron la oportunidad de viajar cada año al exterior a vacacionar, raspacupos contentos por poder llenarse los bolsillos, vivos sonrientes porque la política cambiaria se las puso de bombita para hacer el guiso más suculento del siglo XXI, banqueros con los ojos brillantes viendo sus cuentas aumentar de la noche a la mañana sin el más mínimo esfuerzo.

Mi Casa Bien Equipada, entregando televisores plasma o LED grandototes porque saldar la “deuda social” también pasa por regalarle a la gente equipos para el goce audiovisual de las telenovelas mayameras de Venevisión, la programación foránea de DirecTV o uno que otro programa tergiversador y golpista que atente contra la patria de Bolívar. Televidentes contentos y felices, alimentando sus cabecitas con los antivalores del capitalismo y el consumismo gracias a la revolución bolivariana.

Celulares de última generación como arroz picado para todo el mundo. También se incluyen las tablets con las que se puede acceder a cualquier contenido, por supuesto, neoliberal y capitalista. Pero tranquilo que si lo tuyo no es la tecnología, recibe tu equipo y lo revendes a cinco veces su precio. Cualquiera notará la sonrisa de oreja a oreja que se dibujará en tu rostro.

Carro Chery para quien lo pueda pagar, tanto el carro como la vacuna, porque lo importante no es si lo necesitas de verdad, más sí que lo puedas cancelar al brinco. Lo puedes poner a trabajar de taxi, eso sí, nada de tarifas socialistas ni solidarias que la cosa en la calle está muy cara y nadie puede meterse con tu fuente de ingreso, ni siquiera el Estado que te dió un vehículo subsidiado. Si te falta plata, revéndelo al cuádruple que sobra quien te lo compre y serás más feliz.

Cuando se nos acabe el dinero y no tengamos para repartir más felicidad, nos preguntaremos tristemente una y otra vez por qué no invertimos en culminar el sistema ferroviario nacional o en masificar una mayor conciencia ciudadana.

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