Uno de los trenes que está parado acumulando polvo |
Nuestro
presidente obrero, Nicolás Maduro Moros, debe estar alerta ante
quienes se proyectan como los mayores expertos en el ámbito de la
economía y le hacen recomendaciones o propuestas que carecen de
viabilidad. El reformismo y la contrarrevolución se disfrazan y
mellan desde lo interno nuestro proceso de cambios para hacer
reversible lo que nuestro Comandante Chávez inició hace mucho más
de una década.
Todos
hablan de industrializar el país, de incrementar la producción y de
tener una economía fuerte. El común denominador es que la gran
mayoría, sean chavistas o de derecha, piden más billete, más
dólares del petróleo para destinarlo a los parques industriales
existentes o a nuevos complejos manufactureros concebidos desde el
poder popular, EPS, cooperativas, etc. Todos, sin excepción,
coinciden en que la producción parte desde la iniciativa del Estado.
Lo curioso es que, desde todos lados, se promueven planes inviables
que en poco ayudarán al país a desarrollarse. Las propuestas
carecen de factibilidad por una sencilla razón, no existe entramado
ferroviario que sostenga ningún complejo industrial en Venezuela.
Todos
los países del mundo que han alcanzado cierto desarrollo económico
y muestran complejos industriales consolidados lo han hecho
desarrollando en primer lugar sus vías férreas: China, Alemania,
Francia, Estados Unidos, etc. El transporte y la forma como fluyen
las materias primas y mercancías en un territorio es algo básico.
En Venezuela, el traslado de materias primas y distribución de
mercancías reposa en un sistema retrógrado de transporte terrestre
dominado por élites económicas y dependiente de trasnacionales
automotrices mayoritariamente gringas. Asombra que eso no le interese
a ningún economista, que no lo consideren importante.
Sin
trenes, los productos fabricados deben soportar un incremento que
quintuplica sus costos como mínimo. Productos carísimos, al final,
no son competitivos en ningún orden y harían que el Estado destine
ingentes recursos en subsidiar empresas ineficientes, perpetuando el
parasitismo del que ya es experto la élite que domina la economía
del país. Aquel que disfraza el futuro prometiendo desarrollo sin
trenes es simplemente un demagogo arribista. No podemos patinar sin
patines, es necesaria una “Misión Tren” que culmine el esqueleto
ferroviario que sostenga una patria que pretenda ser económicamente
fuerte.
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