Encarnizada la batalla de porcentajes y cifras |
Los resultados de encuestas son muchas veces utilizados como generadores y orientadores de opinión. Se busca el efecto arrollador de un número sobre la individual decisión de elegir al candidato “X”, es decir, con los números muchas veces se busca modificar el panorama de favoritismos electorales con el único propósito de incidir decisivamente en los comicios venideros. Atacar, confundir y modificar a la opinión pública es el objetivo más no el “fotografiar” lo que piensan los electores en un momento determinado. Se desvirtúa la esencia y fin de un muestreo estadístico gracias a intereses partidistas, económicos y mediáticos. El grupo económico paga para que la encuestadora diga con cifras lo que ellos decidan, la ética brilla por su ausencia y la credibilidad queda en entredicho.
Enfocar una porción desproporcionada del recurso mediático y político en validar o desmentir encuestas sólo le hace el juego a aquellos que quieren pescar en río revuelto, a la derecha. Desviar la atención de lo importante es su propósito porque, a fin de cuentas, los números de encuestas son mucho más manipulables que estadísticas certeras sobre el nivel de vida del venezolano, salud, educación, inversión en seguridad, reducción en la brecha de desigualdad social, etc. El fuego a discreción de porcentajes de aprobación o intención de votos no genera conciencia. Estrategas de derecha lo saben y dado que su candidato no levanta vuelo, recurren a la táctica de enrarecer el clima político proyectando una zigzagueante opinión pública “indecisa” cuyos “ni ni” afines al progreso serán decisivos a la hora de la verdad.
Las guerras se ganan con base en el engaño, la guerra política no escapa de ello ni mucho menos la guerra de encuestas.
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