lunes, 23 de marzo de 2015

No hay mayor amenaza que el amor

Acá vemos clarito la simbología de lo que pasa

Mucha gente cree que Estados Unidos es un país que se maneja con la lógica de Estado a nivel internacional. Yo en lo particular jamás he considerado al imperio estadounidense como tal y estoy plenamente convencido que su concepción existencial está íntimamente ligada a lo que es una empresa o corporación.

Estados Unidos es el nombre de la compañía o marca, la bandera de las rayas rojas y blancas con el cuadro azul y las estrellas no es más que su logotipo, el complejo armamentístico, los soldados que conforman las tropas invasoras son los vendedores que buscan abrir mercados para posicionar la marca y las películas de Hollywood junto a su industria cultural de masas cumplen el rol de la publicidad.

Como la lógica de toda empresa es competir, siempre están al acecho e intentan sin descanso obtener el control de todo el “mercado del mundo”. La cosa se pone interesante cuando perciben competidores asimétricos que se plantan como su antítesis. Si algún otro Estado, sistema político o ideología empieza a ser considerado como una alternativa viable, pues se convierte inmediatamente en el blanco de cualquier ataque que le permita al imperio mantener su zona de confort.

Venezuela amenaza de forma inusual y extraordinaria a EE.UU. porque no jugamos su mismo juego de imposición de criterios, arrogancia y demolición de todo aquello que parezca distinto. No jugamos el juego del genocidio, de la intolerancia y no aceptación del otro, de la mentira ni mucho menos el de la guerra por saqueo de recursos naturales ni por negocio. No pretendemos ser los policías del mundo. No nos consideramos ungidos por la mano de Dios para gobernar el universo. Nuestras armas son la paz, el amor, la solidaridad, la hermandad, el respeto mutuo, la conservación del planeta y de la especie humana, la soberanía, la democracia participativa y protagónica, la justicia y la libertad.

Venezuela como país bolivariano y revolucionario, sigue fungiendo como factor de cambio que genera fuerzas centrífugas a nivel internacional. Las ondas que emanan de nuestra patria demuelen por completo el simbolismo hegemónico del imperio estadounidense. Su odio, matanza, irrespeto, invasiones, desprecio y vileza son pulverizados por el sentimiento más puro que puede surgir de todo ser humano, el amor revolucionario que emana desde la patria de Bolívar, buscando consolidar un mundo mejor y más justo para todos. Para alguien que huele a azufre, no hay mayor amenaza que el amor.

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