miércoles, 25 de febrero de 2015

Atraco, cortesía de Gerardo Blyde

Opositor inepto cruzado de brazos

Son las nueve y media de la noche del pasado domingo 22 de febrero, mi familia acaba de visitar a mi esposa, a mi hijo recién nacido y a mí en la Clínica Leopoldo Aguerrevere, ubicada en la Avenida Río Manapire de la urbanización Parque Humboldt en el Municipio Baruta.

Mi cuñado, su hija de tres años e hijo de nueve junto a mi suegro de 83 salen de la clínica y abordan el vehículo justo frente a la oficina de Registro de Niños de la Alcaldía de Baruta, esperando al resto de la familia que todavía se encontraba en el interior del centro médico. En ese momento, tres hombres armados, dos con las caras tapadas y uno sin ocultar su rostro atracan agrediendo gravemente al conductor de un Aveo, quien estaba con una señora mayor, y le llegan a mi cuñado en el vehículo. Le dan un cachazo en la cabeza y lo obligan, con su hija en las piernas, a entregar sus pertenencias. Igual procedimiento sucede con mi suegro. Esto ocurre con los menores presenciando todo.

En la clínica, como ya es costumbre los atracos, cierran las puertas y le informan a los que quedan dentro que no pueden abrir porque están atracando. Mi suegra y cuñada increpan desesperadas a los vigilantes el por qué no hacen nada recibiendo como respuesta “nosotros estamos sólo para vigilar la clínica, lo que suceda en la calle no nos incumbe”. Luego, pidieron llamar a la policía a lo que dijeron que siempre lo hacían pero nunca atendían el llamado, que igualmente estaban intentando comunicarse de emergencia con la Policía de Baruta.


El atraco transcurrió sin ningún problema para los delincuentes. Además del trauma ocasionado a los niños, sustrajeron los teléfonos, cartera, relojes, y dinero a mi cuñado y suegro. Por suerte no ocurrió nada peor. Los delincuentes tenían edades entre 18 y 23 años y, según nos dijeron, al escapar bajaron por el sector “minas de Baruta”.

Al día siguiente, indago con los empleados de la clínica y me dicen que allí son frecuentes los atracos, que la policía nunca pasa y jamás han acudido al reportar este tipo de situaciones.

Vivo con mi familia en pleno centro de Caracas, en el Municipio Libertador, y jamás he vivido ningún episodio de este tipo. Voy al Este del Este por cuestiones médicas y ocurre lo relatado. Por lo visto, la autoridad del municipio Baruta, Alcalde Gerardo Blyde, dedica su gestión a cruzar los brazos y hacer nada por la seguridad en su jurisdicción, ¿y así pretende gobernar la oposición?

domingo, 15 de febrero de 2015

El guiso

Todo fluye por debajo de la mesa

Así parece empezó el guiso con las obras

Para nadie es un secreto que la corrupción es uno de los males más arraigados en la cultura gubernamental y que la Revolución Bolivariana, en sus más de 15 años en el poder, no ha podido erradicar. En Venezuela, la cultura de la viveza criolla parece imperar sobre cualquier concepto de patria que se pueda tener, inclusive sobre la idea del respeto por lo que es de todos: el erario público. Una idiosincrasia donde a nivel de muchos de los funcionarios se aplica lo plasmado por Pío Gil en sus textos “Amarillo, Azul y Rojo” donde relata:

Los empleados todos de Venezuela, en las distintas ramas de la jerarquía administrativa, cuando tienen entre sus manos algo que no les pertenece, se hacen esta reflexión: Si no me cojo esto yo, se lo coje el jefe; pues me lo cojo yo”

Todos conocemos la frase célebre de uno de los mayores ideólogos del malandraje adeco, Gonzalo Barrios, cuando afirmaba sin pudor en reuniones con los principales líderes de su nefasto partido “en Venezuela no hay razón para no robar”, así como la expresión muy usada a partir del gobierno cuartorrepublicano de Rómulo Betancourt “a mí que no me den, sino que me pongan donde hay” para referir el hecho de que se buscaba posiciones privilegiadas en la estructura gubernamental para llenarse los bolsillos con los dineros del pueblo de manera impune.

En la patria de Bolívar, no existe organismo gubernamental que verifique el valor correcto de las obras públicas, comparándolo con el desembolso que se hace por ellas. Si este organismo existe, obviamente es otro elefante blanco más. Acá, contratistas multiplican por cuatro el precio total de los servicios que prestan, cuando los costos no llegan ni a la cuarta parte del monto final. Corrupción galopante, disfrazada a través de la sobrefacturación con la excusa eterna de que “siempre pagan tarde” o que “todo subió”, etc. Claro está, los montos siderales siempre son aprobados por llamadas de quienes ordenan desde arriba se le de “play” al asunto. Mientras más grande la factura, mayor será la tajadita.

Lo peor de todo esto, es que las obras y servicios casi siempre dejan mucho que desear: entregadas a destiempo, sin finalizar, etc. Es decir, nos roban, con lo que nos roban nos corrompen y de paso, nos estafan con lo peor. No hay siquiera decencia o un mínimo de respeto del contratista que diga “bueno, estoy estafando al Estado pero dejaré algo de calidad”, tampoco vemos una pizca de exigencia por parte de quien paga para, por lo menos, disimular se quiere un poquito al país o se cumple con el deber de velar por los dineros del pueblo.

La corrupción nos arrolla sin importar la acera política o ideológica en que estemos. El dinero es el ingrediente fundamental del guiso que más le gusta a los corruptos. Los corruptos, sin importar el color, siguen teniendo hambre y quieren más.

Durmiendo con el Estado Burgués

Así, más o menos, estamos

He hablado con muchas personas identificadas con el proceso revolucionario, chavistas de convicción y acción, que experimentan frustración porque no se implementan medidas que apunten con certeza a la consolidación del cambio de estructura y de relaciones de poder que aún existen en Venezuela. De hecho, desde que Chávez asumió las riendas del país en 1998, lo único realmente notable y trascendental que ocurrió fue la “democratización” en la distribución del ingreso petrolero, lo que se tradujo en programas, misiones, inversión social necesaria desde hace décadas y que se tradujo en una dignificación tangible del pueblo en todos los órdenes de la vida.

Los que eran ricos al llegar la revolución, hoy son multimillonarios. Quienes tenían poder económico hace década y media, hoy dominan una mayor cuota de la economía nacional. La revolución ha logrado que el pueblo acceda a cosas que antes no podía, pero al mismo tiempo, ha hecho más poderosa a la burguesía. Eso es algo más que evidente al ver que conglomerados mediáticos aumentan sus utilidades, Fedecámaras y afines siguen llenando sus bolsillos con dólares baratos, Lorenzo Mendoza aumenta cada minuto el monopolio que ejerce en el sector alimentos, etc. La burguesía parasitaria no ha sido erradicada y sigue imponiendo las reglas del juego.

Esta burguesía parasitaria, conocida como “acomodados”, los llamados “enchufados”, señalados como “infiltrados”, etc. está enquistada en la estructura de Gobierno y por eso es que el avance de la revolución bolivariana parece inocuo en muchas áreas. Por ejemplo, ¿Qué pasó con los campos de golf que serían expropiados en Caracas para construir viviendas? ¿Qué pasó con la lista de empresas fraudulentas que robaron miles de millones de dólares de CADIVI cuya publicación era inminente? ¿Qué pasó con la red interconectada de captahuellas a instalarse en los comercios para erradicar de una vez por todas el bachaqueo y sus consecuencias? Tres medidas que hicieron mucha alharaca pero que el Estado Burgués logró sepultar en el olvido, sobre todo la de los captahuellas cuya implementación nuestro Presidente obrero, Nicolás Maduro, ordenó hace meses y urgió en su mensaje anual pero nada ha pasado.

Burócratas, asesores, tecnócratas, académicos especialistas, analistas reconocidos y demás privilegiados en las esferas de toma de decisiones del Gobierno Bolivariano, se encargan de diluir el ímpetu revolucionario de la dirección política, desvirtuando los propósitos y postergando las medidas necesarias que deberían aplicarse para consolidar la revolución. Por eso casi nada cambia a nivel de estructura y de relaciones de poder. Las “medidas” sólo llegan a medir los problemas y no a atacarlos, siempre hay una excusa para correr la arruga. El Estado Burgués sigue intacto como rémora que detiene el porvenir de la patria.

domingo, 1 de febrero de 2015

Farmalandros

Malandros que roban y joden al pueblo

Conversaba con un amigo y le decía que me parece un acto distraccionista los supuestos controles que la cadena Farmatodo había establecido para acabar con el bachaqueo y atender mejor a los clientes. Le expresaba que, por ejemplo, colocan un letrero donde limitan la compra de desodorantes a dos por persona durante una semana. Es decir, si usted se organiza bien y quiere meterse a bachaquero puede comprar 104 desodorantes en un año. Igualito pasa con el resto de productos “controlados”.

La Guerra Económica ataca al Pueblo por la sencilla razón de que la dinámica del sector comercial en el país escapa de las manos del Gobierno Bolivariano, un gobierno cuya estructura orgánica reposa sobre el Estado burgués para más ñapa. Es una dura verdad pero hay que decirlo. Como la estructura sigue igual, la burguesía parasitaria que está enquistada en todas las instancias de poder privado y público, hace y deshace a su conveniencia, saboteando, interfiriendo, conspirando y sobre todo, disimulando hacer su mejor “esfuerzo” por sacar adelante a la nación. Destruyen la economía mientras sonríen y muestran proactividad patriótica.

Si Farmatodo implementó medidas ¿por qué siguen habiendo colas kilométricas en sus establecimientos? ¿por qué casi nunca se consiguen productos como champú, desodorante, pañales, jabón de tocador, acondicionador, etc? La respuesta es más que obvia, pues su “colaboración” para mejorar la economía del país es una fachada. Las guerras se ganan con base al engaño y la Guerra Económica que vivimos no es la excepción a la regla.

Las colas no deberían existir porque responden a la supremacía de la ineptitud gerencial de cualquier establecimiento o al saboteo frontal. Cajas funcionando a cabalidad, software de facturación de última generación, máquinas registradoras modernas, empleados capacitados, supervisores atentos, variedad de formas de pago y demás son medidas que reducen drásticamente el tiempo que un cliente dedica para el pago de sus mercancías. Nuestro Presidente Maduro increpó en su mensaje anual que lo de las captahuellas está pendiente y seguimos fallando en implementar las soluciones. En definitiva, como al empresario o gerente el servicio no le interesa y el cliente es igual a un primate con billete en mano, la cola no camina.

Farmatodo es simplemente la punta del iceberg. Gran parte del sector privado es enemigo a la patria. Con el enemigo no se dialoga, debemos asumirlo así y contraatacar ¡Ya basta!


SEGURAMENTE TAMBIÉN TE GUSTARÁ LEER.

Cola omnipresente